Estocolmo es una ciudad única por la actitud de sus habitantes hacia los demás. Los visitantes extranjeros a la ciudad notan de inmediato la falta de cortinas o persianas en las ventanas. Los suecos creen que un buen hombre no tiene nada que ocultar, por lo que no es necesario proteger su privacidad. Esta creencia tiene sus raíces en la ética protestante y sirvió como una especie de control social local durante siglos. En Suecia, el abuso del alcohol se considera una de las mayores fechorías, de las que todo el mundo debería avergonzarse. Usando el mecanismo tradicional de control social, el alcohol se empaqueta aquí en bolsas brillantes que atraen la atención de los transeúntes, no permiten ocultar el hecho de comprar en una licorería.