El Puente de Carlos es uno de los monumentos más reconocibles de la capital checa. Fue construido en la segunda mitad del siglo XIII durante el reinado del emperador Carlos IV, de quien toma su nombre. Hoy en día solo se permite la entrada de peatones al puente (tiene más de medio kilómetro de largo), pero gracias a eso la gente puede ver más de cerca los detalles arquitectónicos y admirar las estatuas de santos, con las que se decoró el puente durante el Barroco.