El otoño, la estación más colorida y melancólica del año, fue la estación favorita de los artistas del siglo XIX. Transmite a la perfección la atmósfera del romanticismo y el modernismo, movimientos que se centraron en las emociones y reflexiones sobre el lugar del ser humano en el mundo. Inspiró a artistas como Caspar David Friedrich o van Gogh. A los artistas les gustaba pintar paisajes que representaban bosques, montañas y parques urbanos llenos de hojas amarillas, rojas y marrones. Los días soleados de otoño aportan sensaciones estéticas incluso hoy en día, y caminar entre hojas secas caídas da mucho placer.