La construcción de los anteojos de ópera es inusualmente simple: son los llamados binoculares galileanos en los que una lente enfoca la luz y un ocular la difunde. Tales gafas no amplían la imagen en gran medida, sin embargo, es perfectamente suficiente para que un espectador que se encuentra en la sala vea lo que está sucediendo en el escenario de un teatro o una ópera. Una construcción simple de la óptica se compensa con mayor frecuencia con una decoración elegante, que de hecho convierte estos elementos en verdaderas obras de arte.