La tradición de organizar los jardines japoneses se remonta al menos al siglo IX. La simplicidad, la asimetría y el ansia de una imitación precisa de la naturaleza son características de este arte. El agua que simboliza la vida (a veces representada con el uso de arena ligera) es el elemento más importante. La originalidad del jardín japonés lo convierte en una forma inusualmente popular de desarrollo territorial en muchas ciudades de todo el mundo.