El frío invierno y las calles nevadas no deben disuadirnos de hacer senderismo. Gracias a las marchas enérgicas, mejoraremos la resiliencia y fortaleceremos nuestros músculos, incluido el más importante, que es el corazón. El aire fresco ayuda a oxigenar el cerebro, mientras que una dosis diaria de movimiento combatirá las jorobas invernales. Las caminatas invernales regulares también nos ayudarán a mantenernos en forma y controlar nuestro peso, por lo que no tendremos que preocuparnos por nuestro estado físico durante el verano. Los tejados cubiertos de nieve, las copas de los árboles y los callejones de los parques afectan positivamente nuestro estado de ánimo, alivian los nervios y permiten que la gente se relaje.