Los primeros sellos postales se introdujeron en 1840 en Gran Bretaña e Irlanda para unificar el sistema de tarifas postales. Antes de la llegada del sello, la tarifa postal dependía del estatus social del remitente y estaba cubierta por el destinatario y, por esa razón, muchas personas se negaban a recibir una carta o un paquete valiosos. Rowland Hill reformó el correo e introdujo sellos postales como comprobante de pago, que dependería completamente del peso del envío. El diseño de un sello propuesto por él era tan práctico que rápidamente se extendió por todo el mundo y no ha cambiado hasta hoy. Seguimos utilizando pequeños sellos de papel, como lo hacíamos en la segunda mitad del siglo XIX. Sin embargo, son lo suficientemente grandes como para caber en un matasellos. También deben pegarse fácilmente al envío.
