Los pueblos primitivos usaban sacos y sábanas de fabricación propia en los que llevaban sus pertenencias, plantas recolectadas en el bosque o animales de caza. Junto con el desarrollo de las alforjas comerciales, se hicieron populares los bultos y alforjas, así como las bolsitas más pequeñas y prácticas para el dinero y las bolsas para herramientas y las bolsas para accesorios de costura. No fue hasta el siglo XVIII cuando los bolsos se convirtieron en un complemento femenino típico del atuendo, cumpliendo no solo una función funcional sino también decorativa.